lunes, 7 de septiembre de 2009

"Caché"


Dirección: Michael Haneke
Año: 2005
Intérpretes: Daniel Auteuil (Georges), Juliette Binoche (Anne), Maurice Bénichou (Majid), Annie Girardot (madre de Georges), Lester Makedonsky (Pierrot), Walid Afkir (hijo de Majid)
Producción: Margaret Menegoz y Veit Heiduschka
Guión: Michael Haneke
Fotografía: Christian Berger
Montaje: Michael Hudecek y Nadine Muse

Revolviendo conciencias

El cine del austriaco Michael Haneke se caracteriza especialmente por no dejar indiferente a nadie. Su temática, el uso de la violencia y de un lenguaje fílmico distinto al canon establecido por la industria de Hollywood tienen un objetivo muy marcado: hacer pensar al espectador, moverlo a la reflexión. El cine de Haneke no busca la diversión evasiva, sino más bien enfrentar al espectador cara a cara con la problemática social, hacer que se revuelva en su sillón ante un ejercicio visual difícil, lleno a veces de una violencia ni esterilizada ni artificiosa, sino dura y natural.

Desde sus primeras obras como El séptimo continente (1989) o El vídeo de Benny (1992) ya observamos estas características en su cine, que lo han terminando situando en la primera línea del cine europeo contemporáneo, reconocido por la crítica y premiado internacionalmente.

La culpa que se esconde

Georges Laurent (Daniel Auteuil) es un perfecto ejemplo de la clase medio/alta burguesa, intelectual y presentador de un programa de televisión sobre literatura, casado con una editora, padres de un adolescente. Una vivienda grande y unifamiliar en un buen barrio, coche propio y una posición socioeconómica más que acomodada. Todo parece perfecto hasta que una intervención ajena rompe el equilibrio, el envío anónimo de una cinta de vídeo en la que se observa el exterior de la casa dará comienzo de una espiral de tensión que crecerá poco a poco hasta destruir el falso equilibrio de la perfecta vida familiar. El magnífico juego de cámaras, situándonos a la vez dentro de la acción y fuera de ella mediante largos planos secuencia que se convierten en las cintas que son enviadas, dota al desarrollo de un carácter con tendencia al vouyerismo. Nos convertimos en observadores más que en partícipes de la tragedia tanto individual como familiar, tragedia desprovista de toda espectacularidad en su forma de narración, lo que incluye la supresión de la banda sonora musical y los frenéticos cambios de cámara a los que estamos acostumbrados por el cine norteamericano.

Los primeros indicios acusan a Majid (Maurice Bénichou), del que intuimos ciertos rasgos pero cuya historia ignoramos. Poco a poco Haneke nos suministra piezas del puzzle, con una paciencia que eleva el suspense de la cinta y crea un marco de intranquilidad aún mayor. A las cintas comienzan a acompañarlas dibujos infantiles y macabros que aluden a situaciones de un pasado que aún no podemos ni vislumbrar con claridad, pero cuya importancia ya intuimos sobradamente. Vemos como lentamente, con un tranquilo pero inexorable tempo marcado por el director, la situación se vuelve más y más angustiosa hasta que llegamos al clímax narrativo: tras reencontrarse con Majid y descubrirnos que era hijo de unos trabajadores argelinos de la granja en la que vivía muertos durante una manifestación del FLN (Frente de Liberación Nacional) en París en la que murieron 200 personas, lo acusa de ser el acosador que está haciéndole la vida imposible. Tras varios encuentros, Majid se suicida brutalmente ante un Georges que asiste atónito convocado por el argelino. La violencia de dicha escena no sólo impactará al espectador, sino que hará que Georges se decida a desvelar el origen de la tragedia real, la que subyace bajo el acoso de un anónimo espía, Georges mintió cuando era un niño para que enviaran a un orfanato a Majid (Maurice Bénichou) y así no tener que compartir su casa ni su suerte con él.

Su egoísmo infantil truncó las posibilidades de un futuro mejor de Majid y la culpa y la vergüenza remuerden su conciencia. La cámara que recoge los momentos de su vida para luego enviárselos, ejerce como juez objetivo que poco a poco elimina los velos que cubren de hipocresía la vida familiar, dejando al desnudo (metafórica y literalmente al final de la película) a un hombre que carga en sus hombros con el peso de haber destrozado la vida de otro y finge que nada ha sucedido, que tiene excusa, que era una cosa de críos simplemente, aunque en el fondo se tortura y las pesadillas nunca lo abandonarán.

El reflejo de una sociedad dividida

La sociedad francesa es un crisol multiétnico en el que la convivencia pacífica se antoja más y más difícil. A los (por desgracia) tradicionales racismo y xenofobia que una mayoría blanca acomodada muestran por los inmigrantes y extranjeros, se unen los sentimientos de orgullo nacidos a raíz de estas situaciones de desigualdad. La lucha del pueblo argelino se vio retroalimentada por sucesos como la matanza en la manifestación de París en 1961 que no hicieron sino reforzar sus deseos de independizarse de un país que los consideraba como a ciudadanos de segunda. La sociedad francesa, sabedora de estos prejuicios y de las consecuencias que han tenido y tienen en la vida diaria de la nación, corre un tupido velo en el que si no se comenta, si no se ve, nada ha sucedido. En el foso del olvido se entierran los vergonzosos acontecimientos como el que se nombra en la película, obligando a víctimas, verdugos y a los que ejercieron como cómplices con su silencio a vivir como si nada hubiera pasado.

En el olvido ha enterrado Georges a Majid y ha seguido su vida sin expiar su culpa. La comparación de los estilos de vida de ambos no hace sino recalcar la injusticia cometida, pero lo más interesante de la primera confrontación entre ambos es la actitud que cada uno adopta: Georges, verdadero culpable del film, es el que acude agresivo e incluso llega a amenazar a Majid, mientras que este incluso parece alegrarse por momentos de la visita del hombre que acabó con una vida mejor que tuvo al alcance de sus manos. Tal es la situación de soledad de Majid y lo asumido que tiene éste las limitaciones de su realidad diaria, que incluso desarrolla una compleja relación de afecto/odio por Georges, una repulsión que sólo parece colear a veces en ciertos matices de su discurso, pero que luego muestran a un hombre vencido, pacífico e incluso alegre de recibir una visita que rememora sus días en un pasado más feliz, un pasado en el que aún podía lograr una vida mejor.

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